Uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la sociedad en los albores del siglo XXI es el de la violencia ejercida contra las mujeres. Dentro de esta categoría general, el maltrato ejercido en el ámbito doméstico se constituye en una forma concreta de violencia de género que se da en todas las edades, grupos sociales, culturas y países.
Desde este punto de partida, encontramos ya las primeras adjudicaciones públicas para la protección personal de víctimas de maltrato mediante la activación de un servicio de escoltas.
Pero, ¿Son de aplicación a estos servicios los esquemas y procedimientos de protección personal que venimos utilizando hasta ahora?
En este punto hay que tener claro que todos los conocimientos que actualmente se imparten al Escolta Privado, derivan de métodos policiales cuya raigambre hay que buscar en la lucha contra el terrorismo tradicional que se ha venido padeciendo en nuestro país, a saber, el impulsado por las bandas ETA y GRAPO. La situación de la que ahora venimos hablando, el maltrato a la mujer, generalmente a cargo de personas con las que le une o ha unido en el pasado un vínculo sentimental, no parece tener ninguna similitud con lo anterior.
Aspectos operativos de la protección a mujeres.
En este campo, el escolta cuenta con una ineludible ventaja cual es el conocimiento del agresor, tanto físico como de su perfil criminológico, suponiendo que tal información se le haya hecho llegar por los servicios competentes. En base a ese conocimiento, podrá prever las reacciones de aquel anticipándose y estableciendo un método de trabajo eficaz, lo que, sin embargo, no eliminará por completo la amenaza, ya que pueden producirse situaciones en las que aquel cuente, para llevar a cabo sus propósitos, con auxilio de otras personas no conocidas por el servicio de seguridad o la víctima.
Para evitar esto en lo posible, el escolta deberá mostrar un “perfil bajo”, no marcando excesivamente su presencia en torno a la protegida y desarrollando, por el contrario, habilidades de observación periférica tendentes a identificar la presencia del agresor en el entorno de la víctima. Cobran especial importancia aquí las contravigilancias en los alrededores del domicilio, lugar de trabajo o cualesquiera otros frecuentados habitualmente por su protegida.
La protección estática.
El dispositivo de protección estática a implementar pasa por dos puntos cardinales: el domicilio de la víctima y su lugar de trabajo. Es conveniente en ambos casos realizar una observación de accesos a los mismos desde una distancia y ubicación media, no demasiado cercana. De este modo, se consigue detectar más fácilmente el acercamiento del maltratador que pretenda acceder a los mismos o entablar contacto con la protegida. Si ello se produce, la pauta de actuación correcta será:
1º. Avisar telefónicamente a la protegida para que cierre los accesos con llave y esté prevenida.
2º. Avisar a la policía para el envío de refuerzos al lugar.
3º. Intervenir procediendo a interceptar al individuo.
Este protocolo cuenta con la ventaja, a mi modesto entender, de que, en tiempo récord, habremos alertado del peligro a todas las partes implicadas y, respecto del tercer paso, el agente de protección sorprenderá al presunto agresor por detrás, quizá mientras trata de violentar puertas y cerraduras, con lo que goza de una inestimable ventaja inicial para anular la agresión.
La protección dinámica.
Es más complicado de establecer en este punto pautas de actuación concretas que sean diferentes a lo que existe hoy día para otros servicios. Estimo que sigue en vigor la teoría esférica de la protección, mediante cuyo enunciado pretendemos establecer una burbuja de seguridad alrededor del protegido que le libre de toda amenaza. El problema es si debemos seguir con los mismos esquemas, a saber, circular el escolta unos pasos por detrás de la personalidad y a su derecha, adelantarse en los pasos de puertas, variar las posiciones según el escenario, etc. No es fácil dar una solución a este asunto entre otras cosas porque ello dependerá muchísimo del perfil conocido del agresor, de la violencia con la que pueda estimarse que es capaz de actuar y de otros condicionantes a estudiar.
En principio, no vemos inconveniente en cubrir los desplazamientos de la víctima de la forma en que se viene haciendo, siempre, claro está, centrándonos en el estudio visual ampliado de la zona al objeto de descubrir con la suficiente antelación una posible intromisión del maltratador en las proximidades de la mujer objeto de protección. En los desplazamientos lo más importante es la neutralización inmediata de la agresión, lo que implica inevitablemente cercanía respecto de la protegida.
No obstante, al igual que ha sucedido en los supuestos de protección que comentábamos al principio de este artículo, la experiencia nos irá diciendo poco a poco cuales son los mejores procedimientos para ejecutar estos operativos con la eficacia que requieren. Los profesionales de la seguridad siempre trabajan, trabajamos, sobre el análisis de datos, situaciones y errores cometidos en nuestras intervenciones. Pero hoy no disponemos de elementos suficientes para efectuar un análisis sistemático y concienzudo que nos lleve a establecer pautas de trabajo. A medida que estos servicios vayan implantándose en el mercado de la seguridad, dispondremos de experiencias que nos ayuden, con la ayuda de las técnicas de reconstrucción de escenarios, a proveer a nuestros profesionales de elementos fiables para desempeñar con eficacia su labor.
REPORTAJE: G.E.S. (Centro de formación colaborador)